Por Matthew Carpenter-Arévalo @EcuaMatt
En las últimas semanas se ha abierto una conversación sobre la idea de conectar a los valles de Quito y el aeropuerto a través de un teleférico llamado “metroférico” con el deseo de aliviar la congestión vehicular que tanto afecta a los moradores de los valles. Aunque no se sabe si es una propuesta de verdad o simplemente forraje de elección, tengo sentimientos encontrados al respeto.
Por un lado invito cualquier alternativa que propone romper nuestra dependencia del auto, porque la única solución a la congestión es hacer que el auto sea opcional para la gran mayoría de ciudadanos.
Por otro lado, siento que aún hay muchas cosas simples que podemos hacer a un costo mucho menor.
Metroférico como solución
Primero, explico mis reservaciones sobre el metroférico. Aunque hablan de poder llegar desde la carolina al aeropuerto en apenas 40 minutos, ese cálculo no toma en cuenta el tiempo que se gasta en esperar a subir.
Si pueden subir 6 personas en cada cabina y hay una nueva cabina cada 3 minutos, se demorarían alrededor de 30 minutos para que pasen 100 personas. Si el viaje total es de 70 minutos, pues más fácil será ir por carro particular.
Para que el proyecto sea económicamente viable tiene que haber una masa crítica de personas que lo usan, lo cual implican más tiempo de espera. 30 minutos no es mucho cuando uno está en camino, pero puede ser insoportable cuando uno está esperando en una fila.
Mi otra preocupación del metroférico es que tiene una capacidad estática o fija. Lo que esto quiere decir es que su capacidad máxima de personas siempre va a ser igual, porque la infraestructura no da para agregar más cabinas sin construir otro metroférico.
Esto es problemático porque mientras más crece la ciudad su infraestructura vial tiene que adaptarse. Si la demanda para el metrovía sube, por ejemplo, se puede agregar más buses sin causar mayor daño al sistema. En el metroférico, esa capacidad no existe. No es, cómo suelen decir en el campo de tecnología, “future-proof.” (resistente al futuro).
Alternativas
Las últimas veces que he viajado al aeropuerto de Quito me ha dado mucho gusto tomar la nueva ruta viva. Aunque rápidamente me desilusiona cuando me toca pasar por el chaquiñán que es el río chiche, me anima saber que no faltará mucho hasta que esté completo esta obra.
Y para mí la ruta viva representa una oportunidad excelente para crear un sistema de transporte público escalable, sostenible, y eficiente, pero tenemos que aprovechar ya. La idea es el siguiente:
Tomar un carril en cada dirección y dedicarle exclusivamente a los buses. Luego, en puntos estratégicos como el redondel de La Primavera, se puede construir lo que en Europea y los Estados Unidos se llaman “Park and Ride” (Estacionar y volar).
Si vives en Cumbayá, por ejemplo, estacionas tu carro ahí y subes en un bus que va por ese carril exclusivo. El bus deja a los pasajeros en puntos como la Carolina, González Suarez, etc., y otros sitios que deberían tener integración con los otros sistemas de transporte público en Quito.
La clave del éxito de este sistema es que tomar el transporte público tiene que ser más rápido y fácil que ir en carro privado. Tiene que haber esa sensación de satisfacción al ver los carros privados moviéndose al paso casi de caminar mientras uno sigue sin obstáculos hacia el destino. El incentivo de tomar el transporte público no puede ser un simple tema de conciencia; tiene que también ser de conveniencia.
He escuchado decir que entran 50,000 carros de los valles y de Calderón/Carapungo al Quito todos los días. Si logramos ofrecer una alternativa a las personas que transitan desde esos barrios, podemos hacer mucho en descongestionar a la ciudad.
Es más, por optar por un modelo de “park and ride” en lugar del metroférico, los costos son mínimos y la solución es escalable, porque con mas demanda simplemente tiene que agregar más buses.
Conclusión
No hay una solución al problema de la congestión en Quito, sino varias soluciones que se complementen entre ellos. Integrar sistemas de transporte público, facilitar el caminar, el ciclismo, aumentar la densidad urbana, etc., son componentes de una ciudad deseable, flexible, solidaria, escalable y enfocada en mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos. Deberíamos pensar diferente y no descartar ninguna idea alterna hasta estudiar sus costos y consecuencias.