Foto y Artículo Por Matthew Carpenter-Arévalo.
Estaba saliendo a toda marcha del sur de Quito y entrando en el centro histórico. Ya me dolían las piernas y mi boca estaba seca por el sol que me pegaba como suele hacer a 2800 metros de altura más cerca a Dios que el resto de seres humanos. En los costados de la calle los moradores asumían su papel no solo de observadores sino de participantes. Nos ofrecían agua y frutas, y compartían dolor, y nos animaban con frases que invocaban que resistimos en la carrera.
Mientras absorbía la solidaridad de los ciudadanos y trataba de ignorar mi lucha interna de seguir, mis ojos se enfocaron en un hombre «discapacitado» que andaba con una determinación muy clara por la firmeza de sus pasos. La orientación de sus pies era hacia adentro y se lanzaba adelante con dos muletas de madera. Por la ropa se le notaba que una persona humilde, y mientras yo reflexionaba sobre lo difícil que debe ser andar con muletas en una calle empedrada, lo vi caer cuando una muleta se quedó atascada en la vía.
Resulta que todos los corredores y moradores lo mirábamos a él, y cuando cayó salió de la muchedumbre un suspiro colectivo que ahogó cualquier otro ruido que había, como que alguien nos había puesto en silencio con el control remoto. Viendo lo que pasó aceleré para ver si podía alcanzar al señor para darle ayuda, pero casi instantáneamente salió un policía a ofrecerle socorro.
El hombre no aceptó la ayuda; insistió en levantarse por si mismo, y dentro de pocos segundos estuvo de pie y siguió adelante, esta vez con los aplausos y gritos de todos nosotros.
Nadie conocía al hombre ni sabíamos nada de su historia ni de su discapacidad. Sin embargo, con los pocos elementos que se nos presentaron en esos minutos podíamos imaginar todo para entender que el drama que se dio enfrente nuestro era algo más impactante que lo que se puede producir cualquier película que quiera lograr ese propósito.
Alcancé al hombre y agregué mi voz a las que se combinaban para expresar la felicidad y ánimo que nos provocó aquel acontecimiento. A pesar de estar al lado de él, parecía que no me escuchaba ni reconocía mi presencia por el grado de concentración y enfoque que él tenía por lograr llegar a la meta.
Habíamos logrado correr casi 5 kilómetros y nos faltaban 10 más. Quizás se iba a caer otra vez, y para él la caída no era parte ajena a la experiencia de una carrera sino otro desafío más de su vida. Para los observadores su caída era algo casi trágico; para él, la caída tal vez era relativamente insignificante comparado con los otros retos que tratan de obstaculizar su existencia todos los días.
Al rebasarlo, seguí con mi carrera, pero no seguía igual que antes; todo me dolía menos.
Esta historia pasó hace cinco años, cuando corrí en «Últimas Noticias» una vez más antes de partir por casi cinco años al exterior. He corrido una maratón completa y docenas de medio-maratones en varios lugares del mundo, incluyendo California, Canadá, y Suiza, pero no hay ninguna que me inspira tanto como «Últimas Noticias»».
Mientras correr una maratón completa en mi ciudad natal era muy especial, tanto por el logro como por la nostalgia y la presencia de mis padres de quienes he vivido separado durante muchos años, «Últimas Noticias» se lleva a cabo en la ciudad donde he decidido radicarme y a la que he llamado Hogar durante casi los últimos diez años, incluyendo cuando estaba afuera.
Aunque es menos distancia que la media-maratón de la Mitad del Mundo, «Últimas Noticias» tiene la ventaja de vincular a tres partes que componen nuestra ciudad: el sur, el centro histórico, y el norte.
Corriendo por las calles uno tiene la oportunidad de lentamente sentir esas zonas por su sonidos, olores, arquitectura y gente distinta.
En el sur no hay duda de que el corredor siente más la solidaridad de la gente; en el centro histórico los moradores son acompañados por los turistas, cuyas sonrisas hacen notario que la carrera le ha dado un valor agregado a su viaje y será motivo de las fotografías e historias que van a compartir con sus seres queridos al regresar. En el norte, zona donde realizo mi vida, se ve más bien el potencial que tiene nuestra ciudad, sobre todo cuando uno se mete en el carril de la metrovia, parte de la solución a los problemas de congestión que sufrimos día a día, y al llegar a a la “Carolina”, parque cuya vitalidad es un refugio de la selva de concreto que mancha la belleza de nuestra ciudad.
Más que estas reflexiones, me encanta «Últimas Noticias» por un motivo más grande, que es su inclusividad natural y orgánica.
Cuando nos ponemos las camisetas se reducen las diferencias que tanto marcan y controlan nuestra sociedad y nos volvemos personas unidas por el deseo de participar en un acto que nos une con todas las generaciones que forman parte de la evolución humana. A pesar de estar a veces pegados como que íbamos en el “Trole”, cuando nos topamos no hay la agresión que se ve en los choferes porque todos nos damos el beneficio de la duda; pedimos disculpas y seguimos hacia adelante. Es decir que nos tratamos con la misma solidaridad que muchas veces hace falta en otros ámbitos.
Por un lado, la inclusividad se ve en la gente mestiza, negra, indígena, vieja, joven, hombres, mujeres, etc., pero sobre todo se ve en la gente con discapacidad, como el hombre que mencioné cuyos triunfos demuestran, aunque sea por un día, que dadas las condiciones correctas ellos no sólo pueden prosperar sino también pueden inspirar a los demás. Como el vicepresidente Lenin Moreno, que hizo mucho para despertar conciencia en la ciudadanía en temas relacionados con discapacidad tanto por su obra como por su su forma inspiradora de ser, cada persona con discapacidad que logra terminar la carrera manda un mensaje de «si me dejan no hay quién me pare.»
Y no sólo son ellos los que nos inspiran: al terminar me encontré con un señor Otavalo que había hecho toda la carrera empujando a su hijo de aproximadamente 6-7 años en silla de ruedas. Lo que vi fue muy significativo para mí, ya que él no se ponía la camiseta sino su hijo, porque para él la lucha física terminó con la carrera. Para su hijo tan joven, la lucha sigue de largo. En su silla llevaba el signo de la vicepresidencia: la inspiración es contagiosa.
Siempre me pongo nervioso cuando escucho decir que tenemos que «enseñar» valores, porque en mi opinión los valores no se enseñan sino se practican, y la carrera es una oportunidad de practicar el valor de inclusividad.
Por ejemplo, al terminar la carrera fui con mi familia a comer ceviches en el “Zavalita” y me quedé parado un tiempo porque un hombre decidió estacionarse en la vereda, bloqueando a peatones y carros, para poder llegar a misa en “Nuestra Señora de Fátima” a tiempo con su hija. Sus acciones traicionan cualquier mensaje que diga el cura sobre cómo imitar la vida de Cristo, y su hija se va a quedar con la lección de que lo que haga el papá y no lo que diga el Padre.
De la misma manera, «Últimas Noticias» es una oportunidad para nosotros practicar inclusividad, y aunque sea por sólo un día, me da inspiración para todo el año para seguir resistiendo el cinismo que dicta que todos son malos menos nosotros y nuestros cercanos, y hay que tener una combinación de miedo y desconfianza cuando uno trata con el otro.
La meta mas grande que la carrera, entonces, es construir una sociedad que se ve como «Últimas Noticias» en que todos tienen las condiciones para sobresalir y en que nuestros valores se ven reflejados en nuestras estructuras, nuestros sistemas operativos y en nuestros comportamientos, actitudes y palabras, y que juntos vamos hacia adelante, tratando de lograr nuestro triunfo personal, no al costo del otro, sino acompañado por él.
Que Viva Quito Carajo y Que viva la «Últimas Noticias»!
Muchas Gracias a mi amigo y colaborador Andrés Obando por su redacción del texto.
Amigos y familia. Foto por José Gross.
Muy descriptivo y motivador. Quizá otra enseñanza importante de la Últimas Noticias es que nos demuestra que nuestra ciudad con pocas adecuaciones es completamente «caminable».