por @EcuaMatt
Todas las mañanas salgo a caminar con mi perrita, y siempre empiezo el día contemplando el mismo problema: la falta de integración latinoamericana.
Mi frustración se genera del hecho de que cada día me encuentro con un auto 4×4 del UNASUR esperando su dueño, y me pregunto ¿qué carajo hace el UNASUR para el Ecuador?
El UNASUR hace exactamente lo mismo que la ALBA, la OEA, Mercusor, la comunidad Andina, etc., para el ecuatoriano promedio: muy poco!
De todas estas organizaciones, la única que me ha servido es la comunidad andina, porque las veces que he llegado a los aeropuertos del Perú o Colombia aprovecho para pararme en la cola más corta de inmigración, y para ese privilegio pagamos no sé cuantos millones de dólares. Aprecio también la corte interamericana de la OEA como última instancia de justicia, pero quién sabe si la tendremos en el futuro o no.
El problema, como lo explicó un amigo mío, es que a pesar de los años de discursos dados por nuestros mandatarios sobre la necesidad de integrarnos como región, todavía nos falta una razón para hacerlo. Es decir que la integración en sí no es un fin, sino un medio, y todavía nos falta un fin hacia donde ir.
Aunque Unasur tal vez ha servido para abrir un espacio de diálogo entre mandatarios durante momentos de crisis, y sin lugar a duda mercusor ha aumentado comercio entre los países miembros, esos logros son poco admirables comparados con lo que es la unión europea, formación audaz de integración monetaria, comercial, aduanera, inmigración, y una seria de instituciones con autoridad verdadera.
Tengo muchas quejas sobre la unión europea, sobre todo el hecho de que es menos democrática que las instituciones que pretende reemplazar, pero nunca dejo de aplaudir la audacia de los fundadores en crear algo tan ambicioso.
Separados los miembros de la UE representan varios mercados de varios tamaños. Juntos representan el segundo mercado más grande del mundo.
Al aprender a caminar separados pero juntos, han hecho desaparecer la idea de una guerra entre sus países miembros, y han optimizado el uso de sus recursos por permitir que el talento vaya donde sea mejor utilizado, creando nuevas oportunidades económicas que benefician a todos los países miembros.
En América Latina no hemos gozado de tanta audacia porque los mandatarios que hablan de integración latinoamericana solo se llevan con otros mandatarios de su misma tendencia.
Dado la manera en que las democracias alternan entre gobiernos de izquierda y derecha, es casi garantizado que, con la mentalidad de hoy, la integración latinoamericana seguirá siendo un sueño que vive en discursos pero que se asfixia en la saliva de los presidentes de turno.
El guerrillero filósofo Franz Fanon habló mucho de la necesidad de «decolonizar la mente» de los países africanos después de sus guerras de independencia, y creo que ese movimiento hace mucha falta en América Latina.
En América Central, por ejemplo, los países firmaron un acuerdo de libre comercio con los EEUU, sin llegar a un acuerdo entre ellos. Juntos representan un mercado con mucha fuerza: separados son apenas unas gotas de tinta en el libro de contabilidad de comercio de los EEUU.
De la misma manera, los países andinos, menos Ecuador, firmaron un acuerdo de libre comercio con Europa, sin ni siquiera pretender volverse un bloque integrado y coherente.
La falta de integración en los dos ejemplos casi asegura que los países latinoamericanos debilitan su mano en negociaciones con los imperios de ayer.
Si Brazil ha logrado demostrar su fuerza por ser país BRIC y economía emergente, es porque Brazil no sufre de ser una serie de países fragmentados y incapaces de coordinar entre si. Brazil habla con una sola voz, y usa esa voz para mostrar su seriedad frente a los poderes tradicionales.
El problema de la falta de integración es aún más grave cuando se da cuenta de que la economía de conocimiento es cada vez más transnacional.
La ubicación física de un negocio importa cada vez menos, porque los productos que salen de la economía de conocimiento, como Facebook, Twitter, Google, etc., cruzan fronteras sin pasar por aduanas.
En lugar de ganar mucho de pocos, el modelo económico es ganar poco de muchos, y para hacerlo tiene que ser fácil crecer rápidamente.
Por tener fronteras muy rígidas entre los países en América Latina, subimos el costo para el emprendedor tecnológico, y adversamente aseguramos que los monopolios de las viejas industrias se protegen de las nuevas formas de competencia.
Como mercado integrado, América Latina representa 600 millones de personas hablando dos idiomas principales, y de culturas parecidas. Es decir que es fácil adaptar productos de conocimiento a cada mercado.
En ese mundo, yo podría estar en Ecuador y construir un producto rápidamente, y en poco tiempo podría operar en Colombia, Perú, Chile, Argentina, etc.
Podría contratar a personas de esos mercados para trabajar conmigo en la sede o en sus países de origen, aplicado su conocimiento y experiencia y luego dejando aquellos con los trabajadores ecuatorianos.
Después de un tiempo, habrían ecuatorianos expertos en los mercados exteriores, y el hecho de que seamos ecuatorianos no sería un limite en llegar a tener éxito en el resto de la región.
¿Queremos vender en Brazil, el mercado más grande de la región? Contratemos a brasileños a trabajar con nosotros!
¿Necesitamos expertos en el mercado de autos usados de Bolivia?
Pongamos un anuncio en Bolivia, encontremos el/la candidat@, paguemos el vuelo, y ya! Igual de fácil como contratar a un ecuatoriano!
Todo eso sería un sueño, pero la realidad es que el esfuerzo necesitado para comenzar a operar un otro país latinoamericano es hecho extremadamente costoso y complicado para el emprendedor tecnológico.
Si seguimos como somos, no habrá ningún beneficio para el ecuatoriano frente al mercado colombiano, por ejemplo, comparado con su par europeo. En el mundo como es, no hay ningún beneficio de ser latinoamericano en hacer negocios con otro país latinoamericano.
Cuando eres martillo, dicen, todo problema parece clavo. En el caso de integración latinoamericana, los gobiernos han respondido a la necesidad de más integración con mas gobierno, es decir más burocracia.
Tenemos muchas instituciones pero poco cambio.
Tenemos mucha voluntad pero poca acción.
Tenemos muchos discursos, pero poca audacia.
La verdad política de los observadores sagaces es cada vez más clara: a veces los que más hablan de un cambio son los que más prohiben ese mismo cambio.
O como dice la biblia, «Ninguno que poniendo su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.»
Tenemos muchos que nos prometen el reino de Dios, y no es que simplemente no son aptos para entrar, sino que nos niegan el privilegio a los demás también.
Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Paraguay, etc., son países pequeños, pero no significa que en esos países falta talento, ambición, creatividad, etc. Todos tienen mucho talento, pero ese talento no tiene acceso al mercado del tamaño suficiente para lograr su promesa. Su ambición es limitada por los gobiernos de visión de corto plazo.
Aquellos emprendedores pueden crear productos revolucionarios basados en la economía de conocimiento, que logran democratizar, transformar, transparentar, y romper monopolios como nunca antes en la historia.
Pero mientras nuestros gobernantes nos niegan la integración, también nos niegan la oportunidad de ejercer agencia y protagonismo en formar las herramientas del mundo de mañana.
El subdesarrollo puede ser llamado una condición, pero no podemos negar que es también una decisión.
Como región integrada podríamos facilitar la creación de un futuro muy distinto a nuestro pasado. Sin esa integración, la oportunidad de dar vuelta al mundo se nos puede pasar.
Y mientras ese momento pasa como una estrella fugaz, ¿Qué estaremos haciendo nosotros?
Seguramente estaremos hablando de la necesidad de tener más integración latinoamericana, sin jamás llegar a definir que significa eso.
No creo que la ausencia o presencia de UNASUR, CAN o whatever sea la razón por la que el ecosistema de startups tecnológicas no sea el deseable en América Latina. Tampoco es que apoye la sobreingeniería de esas instituciones. En realidad una tech startup en Ecuador puede perfectamente vender sus productos y servicios por Internet a todo el mercano hispanoparlante de América Latina y, con Puerto Rico, al de Estados Unidos también. El acceso libre al cambio de moneda (ni hablar de la dolarización) y acceso a servicios financieros en el mercado internacional se lo permite. Lo que las frena es el pobre acceso a Internet tanto en casa como en otros mercados de la región, y el alto costo para establecer una startup en el país. Pero hay otros países en la región con menos restricciones, ergo menor costo, para establecer una compañía y con mayor acceso a Internet pero el ecosistema sigue siendo de impacto reducido. Creo que una parte del problema, no central pero importante, es el idioma, y el hecho de que los mercados son diferentes: las startups de USA hacen apps para compartir auto, las de APAC para dar propinas en el taxi y en LATAM para que no te secuestren en el taxi. Con todo, hacemos la app para un mercado de 400M donde probablemente 40M de ellos en USA y 100M de ellos en Mexico y 30M de ellos en Argentina no van a resonar con esta idea. Mis dos centavos.
Pienso que el principal problema es la falta de desarrollo de infraestructura tecnologica en la mayoria de paises nuestros.