Escrito por Matthew Carpenter-Arévalo @EcuaMatt
Redacción por Andrés Obando @AndresObro
Después de haber considerado varias alternativas para mejorar el sistema de transporte público en Quito se viene la pregunta más difícil, ¿Cómo lo financiamos?
Algunos dirían que cualquier sistema de transporte público debe ser pagado por la taquilla, pero tal idea no toma en consideración que mientras el costo es asumido por el usuario los beneficios son de todos.
Además, si el motivo de un sistema de transporte público es aliviar la congestión, hacer que el sistema sea muy caro simplemente va a desanimar a la gente a usarlo.
Dado que queremos aumentar el volumen de personas que usan el transporte público, el costo tiene que necesariamente ser competitivo. Este deber es complicado por el subsidio de la gasolina que da el estado, cuyo objetivo es ayudar a los pobres pero cuyo resultado es ayudar a los ricos: y aunque, como dicen, a ella le gusta la gasolina, pues mientras más grande tu carro y más distancia recorres más subsidio recibes de tus compatriotas.
Mi sugerencia sería entonces quitar el subsidio de la gasolina (y esperar que la muchedumbre no tumbe al gobierno), aumentar el bono de la pobreza, y luego usar la diferencia para ayudar financiar transporte público en las ciudades más grandes.
Siendo realista sé que esa opción es muy poco probable por falta de voluntad política. Mi otra alternativa entonces sería de agregar un impuesto a la matrícula de los carros.
Por el momento una persona que paga su matrícula ya ve que hay un impuesto para la contaminación, pero yo por lo menos no sé cómo ese impuesto está ayudando a limpiar el aire, dado que la calidad del aire parece cada vez peor. Aunque a nadie le gusta pagar una matrícula más cara, creo que todos nos sentiríamos mejor si sabemos que el dinero generado de esta tarifa fue usado para aliviar la congestión.
El pago de la matrícula también corresponde más o menos a los ingresos de uno, porque en general es la gente que más gana que tiene los autos más caros, y deberíamos esperar que los que pagan más aportan más también. Dadas las desigualdades tan profundas que hay en el Ecuador que, en mi opinión, son resultados de estructuras mal diseñadas y no un reflejo de la distribución de talento innato de la gente, el costo de servicios va a ser distribuido de una manera desigual. Además, si no manejas un carro terminas pagando menos, y eso, al final, es la meta.
Si ponemos el impuesto sobre los carros también ponemos el costo sobre los que más se benefician. Si un gran porcentaje de la población quiteña deja su auto para poder tomar el metro, los que se rehusan a bajarse del carro se benefician por poder llegar más rápido en su automóvil personalizado. Por insistir en ocupar más volumen del espacio disponible, el chofer debe tener que aportar el costo adecuado que corresponde a su comportamiento. Si los demás estamos subvencionado su tiempo por dejar las vías vacías, él nos debería subvencionar a nosotros.
Hay muchas maneras creativas para cubrir los costos del sistema de transporte público, y al final la meta debe ser que los costos sean igual de distribuidos como los beneficios, tomando en cuenta que el objetivo no es hacer un negocio rentable sino hacer una ciudad más productiva, eficiente, y sana con una mejor calidad de vida para todos.
Los que argumentan en contra podrían decir que el transporte es al final una decisión de libertad individual y deberíamos dejar que el libre mercado decida la fórmula de oferta y demanda, pero al final cuando los ingresos son mal distribuidos la libertad sufre de la misma mala distribución. Por lo tanto, en lugar de ofrecer un modelo socialista que decide para el usuario cómo tiene que transportarse, lo que se ha propuesto aquí es ofrecer muchas alternativas y hacer que las alternativas que más benefician a la mayoría sean las más atractivas. Haciendo así que la libertad siga vigente.
Además, como los veteranos norteamericanos de la guerra de Vietnam suelen decir, Freedom isn’t free.