Lo que el Alcalde no puede cambiar en Quito

Gracias a dios mi amigo español que estuvo de visita había pasado tiempo en Lima y Santiago y no sufrió tanto cuando nos demoramos 20 minutos para avanzar 500 metros.

«Comparado con Lima Quito me parece muy ordenado,» me dijo, aunque es obvio que vamos por la misma ruta que ellos.

La causa de nuestro atraso fue los muchos choferes que deciden meterse en el cruce a pesar de ver que la congestión del otro lado va a prohibir su paso y terminará en causar caos para todos. Como diría enchufetv, típico de vos! 

En menos de un mes vamos a cambiar de administración municipal, y mucha gente ve con entusiasmo la idea de que un nuevo gobierno puede empezar a corregir los errores del pasado.

Aunque extiendo mi buena voluntad y doy el beneficio de la duda a Mauricio Rodas y su equipo, también soy realista, y reconozco que hay cosas que están fuera de su control, como los siguientes: 

1.) Los problemas de congestión vehicular son productos de años de mal diseño vial, y se van a demorar en corregir. Si el gobierno decide priorizar la inversión pública en hacer vías y no crear un modelo de transporte público sostenible, los problemas solamente van a empeorar, y Quito será peor en 4 años. 

2.) Mucha gente lucha con la idea de que Quito es una ciudad grande y que tendrá que aprender a gestionar los tipos de problemas que tienden a afectar a las ciudades grandes. En este caso, el problema queda en las falsas expectativas de ciertas personas que esperan el día cuando Quito se convierta en aldea otra vez.

3.) El gran problema en Quito es solamente los políticos municipales sino las actitudes y comportamientos de los ciudadanos que desencadenan en condiciones que causan sufrimiento mutuo. 

En este tercer punto quiero enfocar.

Por motivos diferentes camino mucho por la ciudad y me topo con choferes agresivos que se convierten en darwinistas totales atrás del volante.

La ley ecuatoriana dicta, por ejemplo, que un peatón caminando por un cruce tiene el derecho, pero esa ley no es respetada por nadie.

Hasta en momentos cuando haya luz roja hay carros que o cruzan ilegalmente o quieren virar sin respetar el deseo del peatón de cruzar también.

La gente ‘buena’ te pita por ejercer tu derecho de cruzar, y la gente mala acelera con el deseo de asustar y castigarte por pensar en movilizarte por un medio sano. No te ven como persona con familia y sentimientos; te ven como un obstáculo que merece morir si le haces demorar 10 segundos en llegar a la próxima luz roja. 

Al asumir el papel de chofer muchos ciudadanos pierden todo respeto para el otro y existen en un vacío moral y ético. Se vuelven egoístas tenaces, completamente despreocupados por el bienestar de otros o el bien colectivo.

A la vez, viven con la actitud de «lo importante es lo que me pase a mí» pero lo absurdo de esta actitud es que en un sistema de transporte no hay diferencia entre el bienestar individual y el bienestar colectivo, porque tú solamente puedes andar al paso que el sistema te permite.

Si decides bloquear tráfico para cruzar la calle, las personas que te imitan van a asegurar de que llegues más tarde.

El sistema entero fracasa si no permitamos el flujo de vehículos determinado por los semáforos. No importa si pones policías en cada esquina a gran costo o si tienes un sistema de semáforos inteligentes. No hay ninguna autoridad con poder suficiente para contrarrestar la voluntad de miles de personas que deciden preocuparse de si mismo y no respetar el bienestar colectivo.  

Es difícil para un gobierno provocar cambios culturales, porque gobiernos gestionan poder desde arriba para abajo, y la cultura es un sistema de gobierno que funciona de abajo para arriba. Tanto China como Egipto han vivido con estados policiales y aún sufrieron por el mal comportamiento de sus choferes. Seguir culpando a los políticos es, al final, evitar nuestra responsabilidad personal.

Entiendo bien por qué lo hacemos: es sobrecogedor tratar de cambiar el comportamiento de un millón de personas uno por uno. Preferimos pensar que el poder de cambiar la ciudad es una autoridad otorgada al alcalde, pero la verdad es que es un poder muy equitativamente distribuido entre todos nosotros. 

No obstante, el cambio comienza con uno mismo, y luego con nuestros seres queridos. Insultar al chofer desconocido es fácil: llamar la atención de tu pariente o pana es difícil.

Al final, hay cosas que las elecciones simplemente nunca van a cambiar. No hacen falta mas policías: hacen falta más espejos para que empecemos a ser, modificando una frase del gobierno anterior, los ciudadanos que queremos. 

 

 

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Acerca de Matthew Carpenter-Arevalo

A former Google and Twitter manager, Matthew Carpenter-Arévalo is the founder and CEO of Céntrico Digital, a managed marketing services company.
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Una respuesta a Lo que el Alcalde no puede cambiar en Quito

  1. Richard Hidalgo dijo:

    Los dseños viales urbanos y las actitudes de los conductores son tan soli una parte de todo el problema del tráfico en Quito. Creo que el problema principal es el caótico transporte público que tenemos, donde incluyo los BRT y el transporte convencional. No funciona, es poco confiable, inseguro, atenta a la salud física y mental. Respecto a la actitud de los conductores, es verdad que es extremadamente egoista y además cada día que pasa es peor, pero no estoy de acuerdo que su cambio requiere de décadas de educación. Lo wue se requiere es de CONTROL EFECIENTE. Cuando cambiemos la autoridad que controla el tráfico por una que tenga CERO TOLERANCIA y a tida hora del día, todos nos convertiremos en excelentes conductores

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